lunes, 12 de septiembre de 2011

DURO DE MATAR

Su boca arrojó espuma con sabor a sangre y cianuro. Mientras corría en la nieve, las balas silbaron a sus costados. Un proyecil lo derribó. Entonces su cuerpo fue el blanco de una ráfaga de bastonazos, hasta que todo fue negrura.

Las gélidas aguas lo despertaron aguijonándole como mil espinas. Mientras se hundía, envuelto en un tapete, Rasputín se arrepintió de haber aceptado esa invitación a cenar.

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