
Despúes de quejarme con mis queridos
Wachos (nombre clave ñoño que tardaría mucho explicando) sobre lo poco que nos veíamos y lo mucho que platicábamos de tiempos pasados en las contadas veces que nos encontramos al año (en vez de salir a hacer algo juntos y dejar de lado nuestras anécdotas preparatorianas), el buen
César, a quien para proteger su identidad llamaremos
Trucutú, propuso un campamento.

Como hace un más de un año no nos adentrábamos
into the wild (ajá) para vivir como verdaderos hombrecitos,
Mauricio, a quien llamaremos
Barney Gómez (¡sólo conéctenla a mis venas!) y su seguro servidor, aceptamos casi de inmediato viajar a un lejano lugar llamado
Las Grutas de Tolantongooooo.

A diferencia de veces anteriores, esta ocasión no contamos con los amables servicios choferísticos de
Trucu, quien siempre ponía el
zapatomovil (sólo se tardó tres años en darse cuenta de que era explotado vilmente), por lo que viajamos en camioncito hasta
Ixmiquilpan, Hidalgo, donde iniciaría la aventura que dejó a más de uno con la dermis achicharrada.


Rockea tooodo lo que quieras
Barney, al terminar el fin de semana tendrás quemaduras de segundo grado en tu cara y cuerpo de piel menonita.