miércoles, 3 de marzo de 2010

EL MÉTODO ANTICONCEPTIVO DE MR.CHANG

Chang se desveló jugando cartas y bebiendo con su compañero de departamento. Ahora estaba al volante del montacargas y el sueño le presionaba la frente como la rugosa pata de un paquidermo. Al circular por el almacén, un repentino cabeceo ocasionó que chocara de frente con otro montacargas que se encontraba estacionado. Espabilado por el susto, y para evitar un nuevo regaño, introdujo rápidamente su carga en el camión.

Días más tarde, una pareja entró corriendo al café tomados de la mano para escapar del aguacero. Escogieron una mesa junto a la ventana. Ella pidió té de limón y él un café americano. A pesar del clima, había sido una cita esplendorosa y cada segundo que pasaba parecía gritarles que eran uno para el otro.

No pidieron nada más de la carta porque lo único que se les atojaba no se incluía en el menú. En ambos latía la urgencia por salir y perderse en el primer hotel. Lila aspiraba el aroma de su infusión y Enrique disolvía una cucharada de azúcar. Cruzaron miradas voluptuosas y acercaron los líquidos a la boca. Enrique se quedó con el asa del recipiente entre los dedos. El café ardió en su entrepierna y puso fin a una noche promisoria.

Al otro lado del Pacífico, con una larga noche de cervezas y cartas a cuestas, Chang insertó su tarjeta en el reloj checador para iniciar su turno en la fábrica de tazas.

Usted acaba de padecer otro experimento literario de Jorge Tovalín, tarea del Taller de cuento y narrativa breve que toma en la Ibero.