lunes, 14 de febrero de 2011

EL AVIADOR

Lo vieron de reojo, con envidia. Nadie le regaló un saludo. Pocos sabían su nombre, pues en contadas ocasiones lo veían.

Con total parsimonia caminó a la ventanilla. Firmó el recibo, tomó su cheque y salió campante del edificio, en el cual no volvería a poner un pie, sino hasta quince días después.