jueves, 15 de abril de 2010

KIM, EL DEL SUÉTER AMARILLO

En cuanto percibe el chorro frío sobre la cabeza, se siente vigorizado. Nada como experimentar que su médula espinal es atacada por una invasiva corriente eléctrica. Mientras hace espuma con el jabón, saborea su jornada por adelantado.

Conferencia para medios, con la sala de prensa atestada. Reporteros alemanes, españoles, franceses, americanos, ingleses… eso parece sesión de la ONU. La preciosa corresponsal que invitó a cenar en la primera etapa de la Tour de Francia, hace dos semanas, le sonríe.

Una oleada de preguntas seguida de otra con respuestas inteligentes sacia la inquietud de los sabuesos de la nota. La contundente negación de un próximo retiro invoca al monstruo de los cien ojos destellantes, pero él está acostumbrado a los flashes. El comentario de “¿Ya te acostumbraste al suéter amarillo, Kim?” le hace reir.

Mientras ríe, una voz conocida inquiere “¿Qué te causa gracia, hermano?”

En menos de un segundo, Kim está de nuevo en la regadera, junto a su hermano Ping, quien cierra la llave del agua. El sueño se le desbarata como cada mañana. Y es que aún no inventan las bicicletas para siameses.