viernes, 4 de marzo de 2011

EL FANTASMA DE LA ÓPERA

Cada noche, la puerta del camerino principal se abría y cerraba sola. El piso del escenario crujía y los reflectores parpadeaban. Entonces, una potente voz cimbraba el recinto.

Al velador no le molestaba nada de eso, pues ya estaba acostumbrado. Lo único que realmente no podía soportar era que, de vez en cuando, el espectro de Big Luciano soltara estruendosos eructos con aroma a orégano y ajo.

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