viernes, 4 de marzo de 2011

AL SERVICIO SECRETO DE SU MAJESTAD

Ojos y lengua serían el precio a pagar por cualquier sirviente que se atreviese a revelar una sola palabra de las visitas que aquel descomunal campesino hacía a la alcoba real, siempre que la reina se ausentaba de palacio para visitar a sus hermanas.

Y es que el rey odiaba estar solo.

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