En cuanto pisó tierra firme, todos lo rodearon. Tres lacayos se encargaron de colocarle la capa, llenar sus dedos con anillos y acicalar su cabellera.
Nadie prestó atención a la nave cromada que despegó de una loma cercana, entre una nube de vapor y luces destellantes.
La felicidad había regresado a Graceland.
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