Sigamos con el relato:
Tomamos un camión a Ixmiquilpan, a donde llegamos más o menos una hora despúes.
Pasamos a un mercadito a desayunar tacos de barbacoa y consomé (bueno, yo no tomé, nunca me ha llamado la atención ese caldo grasoso).
Fue entonces que el mismísimo Mauricio, quien en repetidas ocasiones ha conocido lo más bajo de la humanidad, lloró aterrorizado tras visitar los baños del mercado.
Fue entonces que el mismísimo Mauricio, quien en repetidas ocasiones ha conocido lo más bajo de la humanidad, lloró aterrorizado tras visitar los baños del mercado.
Más que sanitarios, parecían establos, y no es porque estuvieran sucios, sino por su disposición equina. Dos hilera de tazas pegadas a la pared se enfilaban una frente a otra, separadas por sus respectivas paredes laterales, pero casi ninguna tenía puerta, lo que favorecía iniciar una amable conversación con el caballero de enfrente.
Debo decir que corrí con más suerte que Mauricio, pues descubrí una que sí tenía puerta (siempre he sido muy modosito para esas cosas y de hecho detesto los mingitorios que no son individuales, pues me siento como caballo en abrevadero).
Despúes de desayunar y sortear el obstáculo de los baños, nos subimos a una especie de microbus, que después de más o menos una hora de viaje (en medio de sospechosos paisajes desérticos que nos hacían dudar sobre la existencia de nuestro paradisiaco destino) nos llevó a Tolantongo.
Despúes de desayunar y sortear el obstáculo de los baños, nos subimos a una especie de microbus, que después de más o menos una hora de viaje (en medio de sospechosos paisajes desérticos que nos hacían dudar sobre la existencia de nuestro paradisiaco destino) nos llevó a Tolantongo.
1 comentario:
Lo más tremendo es que tus sujetos posan para ti, jajaj, osea, no se dan cuenta de que los satirizarás, eso es tener sentido del humor. Espero el Episode Three.
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